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Durante la primera parte del año vimos cómo a nivel mundial “La Gran Renuncia” angustió a una cantidad jamás vista de ejecutivos que vieron renunciar a profesionales altamente capacitados por no contar con estructuras salariales acordes o esquemas de trabajo flexible en sus organizaciones. Solo en Estados Unidos más de 4.5 millones de personas dejaron su empleo en noviembre de 2021.
Hoy, con la incorporación de los centennials al mercado laboral y las altas demandas laborales exigidas por los millennials, ha surgido una nueva preocupación: la “renuncia silenciosa”, como resultado de la búsqueda de un mejor equilibrio entre la vida personal y profesional, con el objetivo de evitar el burnout y encontrar un propósito en el trabajo.
Aunque puede parecer un concepto negativo, este movimiento invita a restablecer el balance vida-trabajo. Para las empresas, significa una oportunidad para revisar sus políticas de bienestar y sus modelos de liderazgo. En el mediano plazo, tomar acciones sobre este asunto permitirá mejorar el compromiso y la productividad, reduciendo los índices de rotación y ausentismo.
Este nuevo fenómeno tiene como protagonistas principalmente a los centennials y millennials, quienes suelen rechazar el clásico “vivir para trabajar” en el que se descuida la salud mental y física para crecer profesionalmente.
En síntesis, se trata de priorizar la vida personal poniendo un corte al aspecto profesional. Esto no significa que dejen de trabajar ni nada por el estilo, lo que buscan es hacer el trabajo que les corresponde, poniendo límites que ya no abarcarían el "trabajo extra” o la “extra milla” y marcando un cierre al salir del horario laboral para poder dedicarse a actividades personales.
Si bien los beneficios relativos a la flexibilidad y salud mental cobraron mayor relevancia a partir del COVID 19, la nueva normalidad también está demandando limitar o gestionar la carga laboral para evitar caer en estrés, agotamiento y demás afecciones.
En nuestro Estudio de Remuneración de Perú, el 18% de los encuestados indicó que experimenta un nivel de estrés alto, en promedio; grupo en el que tiene más representación la generación Y y X.
El estrés está vinculado con un exceso de trabajo, una mala relación con los jefes y una remuneración injusta, entre otros factores. De hecho, el principal factor de desmotivación (45%) es que “la remuneración no corresponde con las exigencias del puesto”.
Naturalmente, cuando un colaborador no se encuentra motivado por el volumen de tareas o porque está siendo injustamente reconocido a través de su salario, es más probable que el compromiso que siente con su trabajo disminuya y hasta busque cambiar de compañía.
Aunque el aspecto salarial tiene mucho peso a la hora de renunciar o hacer lo mínimo e indispensable para conservar un empleo, la renuncia silenciosa no es solo un tema de compensación. La falta de comunicación, de estímulos, desafíos, liderazgos saludables y propósito son claves para afianzar la lealtad y el bienestar del personal.
Por esto, la solución no pasa por incrementar el sueldo, sino evaluar, primero, si es el adecuado para las responsabilidades asignadas. Si es así, es necesario desarrollar un plan para mejorar los modos de reconocimiento, la escucha activa para averiguar cómo se sienten los colaboradores, la propuesta de valor y, sobre todo, la transparencia. Tanto la empresa como el colaborador deben estar alineados en cuestiones como desarrollo u oportunidades de crecimiento y expectativas del rol.
Por lo general, si los colaboradores empiezan a establecer límites, decir más ‘no’ que ‘sí’, cambiar su enfoque a proyectos que no están dentro del alcance de su trabajo, solicitar más tiempo libre y/o beneficios; es probable que la renuncia silenciosa esté presente en la organización.
A pesar de que no lo parezca, la renuncia silenciosa funciona como una advertencia útil para las empresas. Esta nueva cultura invita a establecer expectativas realistas y priorizar el bienestar. De hecho, las organizaciones que apoyan y fomentan este equilibrio suelen ser más exitosas no solo a nivel negocio, sino también en términos de fidelización y atracción de talento.
Algunas políticas y actitudes que las compañías están implementando son:
Aceptar la vulnerabilidad, demostrar apoyo y fomentar la comunicación abierta es tarea de los líderes. Tienen que hacerle saber a su equipo que pueden acercarse sin miedo a que los juzguen y a que lo que digan los perjudique, concretamente, sentir seguridad psicológica en el entorno laboral.
Tampoco es cuestión de esperar una ola de renuncia silenciosa para decidir cambiar. La idea es empezar ya mismo a construir culturas que incentiven a las personas a cuidarse a sí mismas para que puedan dar lo mejor en lo profesional.
De todos modos, decidir irse no tiene por qué significar un mal resultado. Al fin y al cabo, las empresas precisan gente que realmente quiera estar y trabajar en ellas. Una renuncia no siempre es una pérdida.
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